Tuesday, February 21, 2023

Razones

 

RAZONES

 

Las fuentes oficiales cargan las tintas en la medida en que se acerca la fecha de La Marcha. Como una buena, o mala, película de sábado. El noticiero estelar del martes nueve mediatizó la revelación máxima que el Otro Diario importante había anunciado una semana antes: Yunior es, aseguran, un agente entrenado por el enemigo para provocar disturbios. O sea, se trata de dinero, celebridad, posicionamiento en el primer mundo. Porque aquí no pasa nada.

 

Puede ser, no conozco a Yunior. No puedo pedirle su pasaporte para corroborar las salidas del país que dice el comentarista, durante las cuales se encontró con las señoras Tal y Más Cual, que además estuvieron en Cuba y se entrevistaron con Otro Señor [no con Yunior, parece, aunque también pudieran guardar ese material para otro capítulo más intenso]. No olvidar que las revelaciones del Agente abundan también en el currículo del aludido ― ¿contrarrevolucionario?, ¿disidente?, ¿vendido?, ¿confundido? ― joven dramaturgo, cuyas actividades lectivas compartió también el médico en  cumplimiento del deber.  

 

La primera pregunta que se hace un televidente ― que es tonto y además está saturado de programas policiales y de espionaje ― es por qué el Aparato esperó para parar la trama hasta que sucediera Algo. Puede que asistir a un seminario en el que  supuestamente te enseñan a preparar una “revolución de colores” no sea delito y te dejamos correr hasta que la organizas y ya es delito. O sea, en este caso, corres públicamente todos los trámites que supuestamente la Constitución permite, pero en realidad no permite; desarrollas una campaña en las redes, en base a una plataforma que tienen un nombre significativo y podría ser el germen (sic) de una futura asociación actuando con organicidad. Esto es más complicado y, si piden permiso para hacerlo, adivinen qué va a pasar.

 

Porque con todo y lo duro de las advertencias, se suma una cantidad de gente, que para el caso es mucha, sobre todo si se asume el delicado asunto de que se trata y el temor de complicarse que tiene la mayoría, una parte de los cuales, más de mil,  se inscribe con nombre y apellidos, pero aluden a cifras de más de treinta mil, y la mayor parte aquí. Aquí, que es donde se corta el bacalao. Imagínese buscar una cantidad equivalente de médicos, o de médicos, enfermeros, maestras, choferes de taxis, ingenieros, bodegueros, panaderas, y &c., para mirarles los pasos a estos descarriados que no hacen caso.

 

La cuestión es que cursaron las solicitudes de permiso originalmente para el 20 de noviembre y les responden que hay una actividad de gobierno para esa misma fecha, y la cambian para el quince, todo con una formalidad y una calma ejemplares, y entonces vienen las sesiones mediáticas de intimidación y descalificaciones. Hasta ahora, que según cierto sitio de debate dicen que la Marcha, no siendo convocada al modo habitual, o sea, por quien siempre llama y es escuchado, propende a una serie de cosas tan malas que ni mencionarlas quiero.

 

Hay algo más acerca de lo cual ser discreto. Incluso como lector de periódico y televidente, con oficio y edad suficiente para tener una capacidad promedio en cuanto a comprender ciertos métodos de tratamiento informativo de este tipo de asuntos, uno encuentra con dificultad el modo de expresar, sin herir sensibilidades, que ceder el lunes ocho sus dos importantes páginas centrales para que se criticara a Yunior en los términos que se permitió una escritora argentina, no va a llenar de orgullo ni siquiera a los más interesados por destrozar a quienquiera que exprese la más mínima discrepancia en este país. Léase el texto en el periódico que marca la línea oficial, a ver si consideran suficientes para tal función el “nivel internacional”, el ser quien así se expresa una persona “ampliamente reconocida”, con “posibilidad de recorrer el mundo” y “navegar a diario entre océanos de letras”, atributos impresionantes para una generación que enamoró deletreando a Gelman y matando la desidia de los días con Cortázar.

 

Algunos habrá en esta hora, dentro o fuera del territorio nacional, deseosos de cumplir la misma tarea sin dejar en el lector la penosa impresión de que quien lo hace se ha faltado a sí mismo el respeto de un modo irreparable. En vez de citar a Lincoln para llamar a los cubanos a permanecer callados, hágase la intelectual parte de esta nacionalidad que así defiende, ocupe su lugar entre los que escriben e intentan publicar dentro de sus fronteras, tratan de vivir con los ingresos de sus libros, si es que el pago de los derechos les llega en tiempo, y esperan jubilarse un día bajo la condición de creadores, si es que asimismo les aceptaron en la asociación gremial, sin cuyo aval no les alcanzará el beneficio de la seguridad social por el indicado concepto. Cuestiones que están en las leyes, por cierto.

 

Si quien lee sospecha que el que escribe está defendiendo a Yunior, a pesar de haber dicho que no le conoce, ¿serviría de algo la aclaración de que lo defendido es el derecho a proponer un modo de país donde quepan todos, sin que les echen en cara la sospecha de anexionistas o vendidos? ¿Recordarle que más cómoda y menos riesgosa es la doble moral y a pesar de eso no todo el mundo está dispuesto a afiliarse a ella? Note que hay una variante neo-izquierdista de doble moral, según la cual yo me muero como viví, pero ahora no les doy la espalda a mis hijos que escogieron vivir en el mundo capitalista. Levantemos la voz con la consigna, pero en su momento del año iremos a sacrificar parte de la combativa estancia en el verde caimán para acogernos a la proximidad de los cachorros amados en una ciudad del viejo y denostado mundo.

 

Volviendo al asunto, lo verdaderamente importante no es quien organiza la Marcha, lo  importante es que parece que ya son unos cuantos los que tienen motivos para intentar renovar el enfoque. Decir, por ejemplo, Está bien, no soy uno de esos seres ejemplares que ponen en la televisión a darnos lecciones, pero me gustaría vivir siempre aquí, como hasta ahora, ganarme la vida con mi iniciativa y mis madrugaciones, creerme que lo que hago no solo me da una vida confortable, sino que le importa o les resuelve algo a esos otros, que viven donde vivo y llevan mi misma vida. Aspirar a un cambio, no a ultranza, por vernos diferentes o más bien por la conveniencia, como si cambiar la sociedad fuera ponerse nuevo atuendo o escuchar otro tipo de música, y de paso ganar un buen dinerito, tomar vacaciones y hacerse de la casa y el carro que por ahora algunos, magos seguramente, los van alcanzando con todo y crisis. Simplemente se necesita el espacio de cada uno, la atribución de cada uno para construirse su espacio, que es la forma en que se hace un país, no esperando que otros te concedan ese espacio cuando tengan tiempo. Es verdad que estadísticamente hay un elevado porcentaje de ciudadanos que aceptaron la Constitución tal cual está, nadie va a cometer la grosería de dudarlo; ellos seguramente leyeron atentamente el texto de la Ley fundamental, lo entendieron y votaron del modo más consciente. En aquellos días de análisis del articulado había mucha gente preocupada por la aprobación de los vínculos matrimoniales entre personas del mismo sexo. Fuera de eso, no recuerdo que se hablara mucho de otra cosa.

 

Aterra a unos cuantos que llegue a escucharse en las calles la expresión del deseo de cambio, algo de lo que, perdonen la mala memoria de este viejo, parece que se comentó un poco allá por 2008 y se le dio agua al dominó, o se trancó. Digamos con realismo que todavía no es la expresión de una voluntad, que al cabo será manifestada. Pero sea remota aspiración o voluntad manifiesta, el solo hecho de su expresión debería ser considerado uno de los fenómenos más sanos y esperanzadores que han ocurrido en esta sociedad insular. Porque es triste que tanta gente tema expresarse, finja, calle y se esfuerce en mostrar su acuerdo y la actitud que le exigen, porque tienen un empleo que necesitan mantener, o una carrera que acabar de cursar, o un viaje al extranjero que bajo ningún concepto puede ser puesto en riesgo de suspensión.

 

Lo triste, digamos únicamente “lo triste”, aunque hay peores declives que la tristeza, es que haya quien siga insistiendo en que la capacidad de expresar su desacuerdo los cubanos tiene como único detonante las intenciones desestabilizadoras del gobierno de Estados Unidos o la emigración cubana opuesta a la política de la Isla. Más que triste debería ser indignante el control obsecuente de la expresión ciudadana, sin que entiendan los gestores del veto que escuchar a los que se oponen a las pautas impuestas es la mejor terapéutica para mejorar el país. Dudo que expresándose con argumentos y énfasis diferentes de la línea oficial vayan a derribar el sistema político vigente, qué va: ya vimos como la propuesta de Diálogo en el Ministerio de Cultura ― el 27 N ― acabó en la tángana del Parque Trillo, que alguien a quien tampoco conozco convocó, pero el cuento me lo hicieron en la longeva revista, el 5 de febrero de este año, entre las páginas 27 y 30.

 

La insistencia en que todo aquel que manifieste un desacuerdo con una línea de gobierno no es otra cosa que un elemento pagado por enemigos, ha perdido su categoría como insulto, en la misma medida en que el uso de argumentos duros y descalificadores comienza a dar cuerpo a la idea de que algunos están protegiendo no tanto la pureza ideológica local, sino su personal pertenencia a una categoría específica de ciudadanos, papel que en modo alguno están en disposición de abandonar. Son cosas que a cualquiera se le ocurren, porque sin empleo y sin jubilación se pone a pensar y no le da por las musarañas, como a cualquiera.

 

Al correr de los días, la lectura de los medios locales parece no dejar duda de que el gobierno del país está convencido de que la marcha convocada para el 15 de noviembre tiene el fin de propiciar el Anexionismo o hasta la penetración militar extranjera al país. De modo que nadie se llenará de asombro si la actuación oficial, ese día, corresponde del todo al punto de vista que ofrecen sus editoriales. La orden fue dada en su momento y si le dieron marcha atrás me lo cuentan, para ver si me decido. Adivinen quien dijo esto:

“Yo soy pesimista y me equivoco siempre, me gusta equivocarme”.

© Ismael León Almeida. La Habana, Cuba.

 

 

http://www.exonline.com.mx/diario/noticia/global/latinoamerica/raul_provoca_apatia_intelectual/185078

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