2017. 22 páginas. Formato A-4. PDF 1.89
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Con sus antecedentes anclados en el
siglo XIX y un desarrollo incipiente, pero nítido, durante la primera mitad del
XX, después de 1959 los productos y servicios dedicados en Cuba al turismo de
pesca tuvieron en un principio una muy breve continuidad, además de algunos
intentos de reproducirlos en la oferta del turismo nacional, que puso en
servicio algunas embarcaciones para este fin en la capital y en el balneario de
Varadero, y llevó a cabo la apertura de
una veintena de Centros de Pesca, que rápidamente quedaron como hospedajes
playeros y centros recreativos sin especialización. Sólo en 1978 y 1979
sucederá un resurgir de esta modalidad, pero su lento ritmo de actualización
únicamente alcanzó una presencia notable en el turismo cubano a partir de 1994,
con la reorganización del sector.
En El turismo de pesca en Cuba. Antecedentes
históricos (2017), CUBANOS DE PESCA se acerca por primera vez a un intento de
sistematización de un objeto de conocimiento apenas esbozado en el país,
cualesquiera sean los estudios considerados. De lo que podríamos considerar las
nociones más tempranas de la práctica de esta oferta, queda fuera de duda la
referencia del visitante
norteamericano Samuel Hazard (1834-1876), quien revela en su libro Cuba a
pluma y lápiz que los boteros establecidos en La Punta, en el puerto
habanero, proporcionaban a los viajeros los medios para gozar del deporte
pesquero.
Los verdaderos inicios de la oferta comercial
de pesquerías para aficionados extranjeros y también locales se fechan durante
la década del treinta, cuando el turismo emerge como sector de cierto interés
en la economía nacional y paquetes de bajo costo para cazadores y pescadores
fueron parte de las tempranas estrategias. No obstante, por muchos años fue
queja en los medios la falta de acción oficial y de interés de inversionistas
privados en una potencialidad de los recursos naturales de la nación,
ampliamente aprovechados en otros territorios.
La introducción, en 1928, de la lobina negra
boquigrande (Micropterus salmoides), luego llamada trucha por los
aficionados del país, representó un paso destinado a dotar las aguas interiores
del archipiélago de una especie de valor turístico cuya pesca se llevaba a cabo
inicialmente por la técnica del baitcasting, con líneas finas y señuelos
artificiales. Ofertas aprovechadas por visitantes, a partir de una inteligente
promoción, fueron organizadas por guías cubanos en la Laguna del Tesoro,
Baracaldo y la Laguna de Arigüanabo.
Para la pesca del sábalo hubo una oferta regular en Batabanó y la bahía
habanera, y asimismo en los ríos Hatiguanico y Carraguao (Los Palacios); el
macabí fue pescado en aguas de la Isla de Pinos, en una bien organizada oferta.
En junio de
1946, la revista norteamericana de yatismo, The
Rudder, daba a conocer que estaba en construcción en la bahía de La Habana un espigón y una serie de locales
para ofrecer las mayores facilidades y el confort necesarios a los yatistas
visitantes. La sede del Club Náutico Internacional de La Habana (CNIH) sería
desde su misma apertura la primera marina internacional que entró en servicios
en Cuba. A pesar de que su nombre y sus funciones más conocidas identificaban
al CNIH como uno más de los aristocráticos clubes habaneros, en realidad
resultó diferente: a diferencia de tales exclusivas instituciones, no era
necesaria la membresía para acceder a su área. Grandes torneos de pesca de
agujas y regatas de velas mayores y menores, remos y motonáutica, tuvieron su
sede en este club hasta su nacionalización, en 1960.
Hoy día, numerosos enclaves de pesca cubanos
son famosísimos en el mundo, pero en esa parte de la historia esperamos
adentrarnos en la segunda parte de El
turismo de pesca en Cuba. Antecedentes históricos.
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https://drive.google.com/file/d/1W61SNaq8Et2KyW2Y74uUWvdQ0h2mZVmR/view
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